Antes de acostarme lo cojo y lo huelo profundamente, y me lo pongo para dormir con él.
Aún hay rastros de tu olor en mi pijama.
Lo hago todas las noches, o cuando me acuerdo, de repente, subo a mi habitación rápida para olerlo. Porque sé que un día ese rastro tuyo desaparecerá. Porque perderé la costumbre o la lavadora hará que me olvide de él, y un día querré recordarlo y no podré.
Y así, te iré perdiendo poco a poco.
Dejará de retumbar tu risa en mi cabeza, y mis dedos perderán el tacto de tu pelo negro. Mi agenda cada vez tendrá menos detalles tuyos. Iré perdiendo perspectiva, se me distorsionará tu altura o la delgadez de tus dedos, como las huellas en la playa. Olvidaré las calles donde buscar aparcamiento cerca de tu casa. Empezaré a ver borrosa tu mirada miope, y quizás un día salte el teléfono de repente y no reconozca tu voz.
Me gustaría retenerte en mi memoria para siempre, o por lo menos, hasta que se me olvide retenerte. Recordar tus palabras y tus ausencias, la medida justa de tus reproches, el énfasis de tus te echo de menos, la frialdad que te envuelve a la hora de hablar de amor, y la pasión que pones a la hora de hacerlo.
Hoy estás lejos porque te he querido lejos.
Pero no me gustaría perderte tan deprisa, no quiero todavía empezar a olvidarte.
Por eso me aferro con todas mis fuerzas a lo que me queda de ti, a tu olor en mi pijama.